INDUSTRIALIZACIÓN EN LA ARGENTINA
INDUSTRIALIZACIÓN EN LA ARGENTINA:
UN RECORRIDO DESDE EL PERONISMO HASTA LAS POLÍTICAS DESARROLLISTAS.
Eduardo Javier González
C,A,B,A,; febrero de 2014
A Modo De Un Relato Histórico
Luego del no esperado triunfo electoral, tanto por el establishment agrario como del sistema financiero y no casualmente asentados en la “Citi” de la ciudad portuaria de Buenos Aires, del entonces Cnel. Juan D. Perón, dio lugar a un conjunto de medidas políticas cristalizadas en el denominado “Primer Plan Quinquenal – 19546/1951”.
Este plan pasó a la posteridad para los economistas, historiadores y sociólogos como políticas del Estado de Bienestar en la Argentina. Efectivamente durante su gestión en la entonces Secretaría de Trabajo y Previsión Social, el Cnel. Perón, comenzó a trabajar en temas no inéditos, mas muy poco transitados por la política estatal argentina, relacionados con la contratación de la mano de obra; es decir, todo lo relacionado con la salud del trabajador y la profilaxis de la higiene industrial, la calificación de las tareas y las respectivas categorías laborales así como también, la remuneración de dicha mano de obra.
Al asumir en términos constitucionales su presidencia, Perón, comenzó a orientar su plan de acción política en torno de los siguientes ejes:
a.- Continuar con sus avances efectuados en la Secretaría de Trabajo y Previsión Social elevándolo al rango de ministerio de la Nación.
b.- Controlar el comercio exterior, popularmente conocido como la nacionalización del comercio exterior dentro del marco del organismo estatal denominado IAPI (Instituto de Promoción del Intercambio), siendo el objetivo de este organismo distribuir las divisas ingresadas por las exportaciones agrarias hacia el fomento de la industrialización, debido a que el proceso de substitución de importaciones iniciado en la Argentina durante las décadas de 1910/1920 y cobrando un fuerte impulso en la década de 1930 como consecuencia de la crisis económica originada en la Bolsa de Comercio de Nueva York ( Wall Street ) de 1929 no fue completado; por tal razón se necesitaron moneda extranjera para importar insumos industriales y los denominados bienes de capital –maquinarias, repuestos imposibles de fabricar en nuestro país, etc.- ; además, la puesta en marcha de un ambicioso plan de Obras Públicas (construcción de infraestructuras viales, portuarias, plantas energéticas, escuelas y hospitales públicos, viviendas populares, etc.) y la creación de una banca industrial y sindical con los fines complementarios a los objetivos del denominado Primer Plan Quinquenal.
c.- Generar un aumento extraordinario del consumo de la clase obrera que, obviamente, fue acompañado por el consumo de los denominados sectores medios generando un círculo virtuoso de producción-comercialización-consumo de forma constante y, con el transcurrir del tiempo generar una estructura industrial dentro de la substitución de las importaciones que pasó de ser algo transitorio en el panorama económico argentino para convertirse en un elemento constante de la estructura económica de la Argentina de la década de 1950.
Perón logró con un amplio apoyo de caudal de votos reformar la Constitución Argentina en el año 1949, en cuyo texto dejó plasmado los aspectos medulares del Primer Plan Quinquenal, así también los artículos 14 y 14 Bis consagrados a la protección con rango constitucional de los derechos laborales y sociales y, por último, una cláusula que habilitaba la reelección inmediata del mandato presidencial. De tal manera y a consecuencia de lo exitoso del Primer Plan Quinquenal, Perón logró su reelección en el año 1952 por un nuevo mandato presidencial.
Ahora bien, este manejo estatal de las divisas extranjeras por parte del organismo estatal, IAPI generó un conflicto irreconciliable entre los productores concentrados agrarios, políticamente conocidos como la “Oligarquía Terrateniente”[1]. Éste sector muy importante de rentistas agrarios, nucleados en la Sociedad Rural Argentina, tenía como una ganancia extra precisamente el manejo de las divisas extranjeras que ingresaban por las exportaciones y, hasta el gobierno peronista, ninguna administración estatal impidió su acceso a las monedas extranjeras. Razón por la cual, el segundo mandato de Perón muestra, por primera vez en la historia económica de la Argentina, un recio conflicto por la distribución de la renta generada por el campo argentino y el Estado que utilizó ese ingreso de las divisas en un proyecto industrial y de bienestar social.
El enfrentamiento tuvo varios finales:
a.- Una crisis productiva del año 1952 producidas por una persistente sequía sumado a un boicot productivo de los productores rurales, generó al Estado Nacional una enorme caída de las monedas extranjeras. Como consecuencia de esto, el gobierno peronista debe contener sus proyectos de Obras Públicas e inducir a una baja del consumo debido a la imposibilidad de importar los necesarios insumos industriales.
b.- A su vez, en ese mismo año, se realizó el “Congreso de la Productividad”con el manifiesto objetivo de buscar entre empresarios industriales, trabajadores y Estado los caminos que lleven a un aumento de la producción de mercancías industriales abaratando el precio de las mismas y con un frente de fuertes restricciones de monedas extranjeras.
c.- Si bien en los años subsiguientes los problemas de ingresos de divisas se normalizaron y la actividad industrial se recuperó, los sectores concentrados en los grandes propietarios de tierras, la banca privada y la industria perteneciente a capitales extranjeros, junto a gran parte de las Fuerzas Armadas gestan un golpe de estado derrocando al segundo gobierno de Perón en septiembre de 1955.
En otro orden de las cosas y luego de la derrota electoral de febrero de 1946 y durante los gobiernos peronistas el principal partido de la oposición, la Unión Cívica Radical –UCR- tuvieron a lugar varias discusiones políticas y programáticas sobre la situación económica y social de la Argentina; así como también, cual serian las respuestas del partido de cara no sólo a los procesos eleccionarios sino, además, a los cambios a introducir.
De tal modo, se generaron una enorme divisoria de aguas en el partido fundado por Leandro N. Alem a fines del siglo XIX. Por un lado, la juventud radical acompañada por históricos dirigentes, tales como Elpidio González, Ricardo Rojas, etc. y liderados por el Jefe de la Bancada de Diputados Radicales, Arturo Frondizi, denominados “Movimiento de Intransigencia y Renovación”- MIR-. En la otra fracción, se nuclearon la mayoría de la dirigencia tradicional del partido, controlando los órganos internos del partido y asegurándose de tal manera el manejo del aparato partidario. Se autodenominaron “Unionistas”.
El sector liderado por Frondizi no podía manejar los organismos internos del partido; mas, a partir del año 1949 impuso intelectualmente los documentos y su visión al partido. Durante los debates surgidos a raíz de la reforma constitucional de 1949, los radicales intransigentes opinaban:
“…los intransigentes no hacían sino transcribir a la realidad argentina una lectura que estaba de moda en ese momento en los países de Europa, recién terminada la Segunda Guerrra Mundial, que postulaba gobiernos con una mayor injerencia en la vida económica y social, una justicia social que impidiera a las masas europeas caer en la trampa del comunismo y recogía aportes del nacionalismo tradicional, sobre todo en matera de política internacional…”.[2]
Ya con el gobierno de facto instalado ilegalmente en el poder, autodenominado “Revolución Libertadora”, Frondizi brindó una alocución por Radio Belgrano en octubre de 1956, en la cual a modo de un futuro programa y a título de principios fundamentales que serían los postulados fundamentales del pensamiento desarrollista, decía:
“…O mantenemos la producción exclusivamente agropecuaria, cancelamos nuestro progreso industrial y seguimos concentrando toda nuestra potencia económica en torno a Buenos Aires y el Litoral o promovemos nuestras posibilidades industriales, explotamos nuestras fuentes de riquezas, despertamos las regiones atrasadas y creamos centros de producción en todas las latitudes de la República. O seguimos siendo solamente un país de carnes y granos o conjugamos armónicamente las inmensas posibilidades del agro, la minería y la industria de nuestra nación…”[3]
Como para fundamentar lo expresado al principio de esa alocución y trazando una línea histórica con el depuesto gobierno peronista, Frondizi sin mencionar al protagonista; pero indicando los cambios estructurales ocurridos en las últimas décadas, afirmó:
“…la creciente importancia de la producción industrial dentro del cuadro económico argentino se manifiesta…: en 1935 el sector agropecuario aportaba a la renta total el 27.5% y la industria manufacturera el 19.3%.Pero en 1954 el aporte agropecuario desciende al 17.2 y el de la actividad industrial se eleva al 22.1%. Entre 1946 y 1954 el número de personas ocupadas en la minería y la industria pasa de 1.224.000 a 1.536.000 y la proporción relativa en 1954 es la siguiente: contra un 25% de la población activa que vive de las ocupaciones del campo, un 29% halla ocupación en la industria, que de esta manera se ha convertido en la mayor fuente de trabajo de los argentinos…”[4]
Pero no sólo Frondizi actuó en el marco de acción que la vida interna partidaria le proponía; además entrelazó una fluida relación de amistad tanto en lo personal como en el terreno intelectual con Rogelio Frigerio. Éste fundó en 1948 la revista “Qué sucedió en siete días”en un contexto de gran enfrentamiento entre la prensa independiente o no “oficialista” al gobierno de Perón provocándose su clausura.
No obstante, al calor de la apertura de la vida democrática por parte de la Revolución Libertadora se produjo la reapertura de la edición de la revista “Qué” en la cual no sólo se consolidó la relación entre Frigerio y Frondizi; sino que además, esta publicación integrada por hombres de negocios, jóvenes empresarios, técnicos modernistas junto con ensayistas y economistas pertenecientes al peronismo y radicalismo. Con sus profundas notas “Qué” pasó a ser el órgano intelectual y constructor del pensamiento denominado “desarrollista”.
Frondizi-Frigerio encarnaron este pensamiento en un contexto internacional denominado de “coexistencia pacífica” a fines de la década de 1950 donde el proceso del enfrentamiento y paralela carrera armamentista denominada la “Guerra Fría” parece detenerse entre las dos superpotencias: una detentadora de la hegemonía del mundo capitalista luego de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos, y la otra la también victoriosa de la Segunda Guerra y la potencia del mundo socialista, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS, por sus siglas). Abriendo así espacio mental para la búsqueda de un progreso material de las sociedades subdesarrolladas y la posibilidad de inversiones de las potencias, despreocupadas por el fantasma de un futuro conflicto bélico entre las dos superpotencias.
A su mirada de lo que es el desarrollo de la vida contemporánea agregó el concepto de “integración” para de esta manera terminar con la pugna sectorial vista en los gobiernos peronistas y sentar un punto de partida para los componentes de la estructura económica, al afirmar en el discurso pronunciado luego de haber triunfado en las elecciones presidenciales de enero de 1958:
“…El desarrollo de nuestra industria no sólo es compatible con el proceso del campo, sino que está íntimamente ligado a él. Nuestra industria se nutre en buena medida de los productos de nuestro campo y, a su vez, el campo necesita para su progreso y tecnificación los productos de la industria…”[5]
Ante una considerable “débil” acumulación interna de la industria argentina, Frondizi logró la aprobación vía parlamento de la Ley de Inversiones Extranjeras, Ley Nro. 14780, y su complementaria la Ley Nro. 14781 de fomento de inversiones hacia el sector industrial. Según lo estimado por diversos economistas e historiadores se calculó en 500 millones de dólares (de ese momento ya que como todo papel moneda está a sujeto a devaluaciones) entre los años 1959-1962.
En su libro, Mario Rapoport, comenta:”…la expansión de las firmas transnacionales marcó virtualmente elritmo de la expansión industrial hasta los primeros años de la década del ’60…(de tal forma)…una parte delempresariado nacional que aceptó el desafío de expandirse lanzando nuevos proyectos de inversión…”[6]. Como ejemplo de esto en ese contexto surgió la fábrica de cosechadoras “Vasalli” empresa de gran crecimiento y existencia en la actualidad.
Con un gran impulso de las inversiones extranjeras, principalmente de los EE.UU., y una política obsesiva por parte del Estado en lograr que YPF no sólo produjera y refinase petróleo, sino que además, lograra, por primera vez en su historia, el autoabastecimiento de combustibles y de energía para las necesidades de consumo de la población y de la industria, el gobierno desarrollista del tándem Frondizi-Frigerio cae en un problema parecido al que tuvo Perón en 1952.
En este caso, la falta de fabricación nacional de insumos industriales estratégicos y de bienes de capital con una gran demanda por parte de la industria substitutiva de importaciones generó un déficit de monedas o divisas extranjeras útiles para esas importaciones. El Déficit del Balance de Pagos le produjo en el año 1961 al gobierno de Frondizi realizar ahorros en los consumos industriales internos, ahorros en los gastos estatales, cierres de algunas dependencias administrativas estatales y clausura y/o ventas de empresas de servicios y empresas productivas también en poder del Estado.
Todo esto sumado a una “devaluación” de la moneda nacional frente al dólar agudizando aún más el nivel de compra por parte de los trabajadores y sectores de la clase media ya que los precios, sea por tener componentes importados o por pura especulación con objetivos de obtener una mayor ganancia, tuvieron un fuerte aumento. En forma paralela y simultánea, esta devaluación realzó el valor de las ventas por exportaciones al valer más el dólar con respecto a nuestra moneda local y, por consiguiente, los sectores productores rurales (los sectores terratenientes) obtuvieron ese plus de ganancia y una revalorización en moneda extranjera de su renta por sus propiedades oligopólicas de las tierras productivas.
No obstante, la estructura económica industrial argentina cambió sentando las bases para la industria automotriz –para algunos estudiosos de la economía argentina, provino con tecnología obsoleta de
las casas matrices- de muy baja existencia en nuestro país, la industria del refinado del petróleo con los numerosos subproductos usados como insumos en otras ramas industriales y todo lo relacionado con la rama química y farmacéutica.
Cómo podemos apreciar, ya en dos gobiernos diferentes empezaron a surgir estos problemas de un momento de crecimiento productivo de las actividades industriales, mayor circulación comercial y consumo interno, seguido luego por un déficit de moneda extranjera que es utilizada para la compra de insumos industriales y máquinas no fabricadas en la argentina; por lo tanto, se invierte en ese momento todo lo contrario: parálisis productiva, caída de la actividad comercial y del consumo interno motivado por ese faltante de la moneda extranjera. En términos económicos estos ciclos se los denomina: “Ciclos de Stop and Go”.
.Con el gobierno del tándem Frondizi-Frigerio no sólo se produjo en forma nítida, por lo menos por primera vez, el Ciclo Stop and Go, sino que además empezó a cobrar cada vez con más fuerza el problema de la proscripción del peronismo. Los militares veían como un problema político dejar realizar los comicios de marzo de 1962; por tal motivo, un golpe obliga a dejar su cargo presidencial, confinando al expresidente Frondizi a la prisión de la Isla Martín García, extraño privilegio que compartió con otras importantes figuras de la historia política argentina: Hipólito Yrigoyen y Juan Perón.
Así se desató la inestabilidad política final sufrida por el gobierno desarrollista de Frondizi, ya de por sí bastante complicado con variadas y prolongadas huelgas y planteos militares[7].
En su ya clásico libro[8] Guillermo O’Donnell enfoca su análisis en la presidencia de facto del Gral. Onganía (1966-1970),gobierno en el cual se consolida la idea de mantener el poder en manos militares y gestionar el Estado por intermedio de “tecnólogos” y sin pertenencia partidaria para así desviarse de las tensiones políticas partidarias. O’Donnell calificó a esta formulación gubernamental como de “burocrático autoritario”. El uso despectivo de todo lo relacionado a “lo político” como factor perturbador de los objetivos trascendentales tales como la industrialización y/o modernización de las estructuras económicas del país.
Pero primero se produjo el golpe de estado que derrocó a Frondizi en 1962 y, en forma inmediata, el enfrentamento de las facciones en las cuales se hallaba dividas las fuerzas armadas.
Explica O’Donnell con suma claridad:
“…Hacia 1962 se produjo una reacción “profesionalista”, apuntada a lograr cohisión interna, aumentar la capacidad operativa de las FFAA y capacitarlos para la comprensión de problemas sociales desde la óptica de las doctrinas de seguridad nacional que comenzaban a prevalecer en el continente…”.[9]
Esta postura, “profesionalista”, coincidía con el espíritu faccioso reinante en las FFAA debido a su insistente participación política, golpe de estado a la segunda presidencia de Perón e intervención en organismos públicos, sindicatos, etc. Por tal motivo, los “profesionalistas” se declararon “legalistas” ya que las FFAA deben retornar a los cuarteles y garantiza el proceso democrático, obviamente proscripción del peronismo mediante.
El enfrentamiento sucitado entre 1962 y 1963 posicionó al bando “profesionalista”. Llegando así a crear las garantías políticas para las elecciones de 1963 obteniendo el partido Radical, siendo electo el Dr. Illía, y pasar a ser el árbitro de control supremo de las FFAA con el Gral. Onganía, Cmdte. en Jefe del Ejército. No obstante, ironía del acontecer histórico; “…la continuación de la crisis política bajo el gobierno Radical y su evidente falta de apoyos sociales mantuvieron viva la posibilidad de un golpe…”.[10]
Claro está, que el gobierno de Illia no fue tan ineficiente como fue caracterizado por la prensa opositora como la justificación de su ilegal derrocamiento. Durante su gestión, destaca Rapoport[11], tomó medidas que causaron malestar al sector industrial de capitales extranjeros: “…(sobre su actuación hacia el golpe de estado) tuvo que ver con la actitud del empresariado industrial transnacionalizado. Tanto la anulación de los contratos petroleros como el proyecto de ley de medicamentos y la regulación de la industria automotriz fueron considerados desafortunadas intervenciones del Estado en la actividad privada…”. Por tal razón, y en forma contradictoria a sus postulados facciosos, al estar en la cúspide vertical del poder en el Ejército y dentro de las FFAA en su conjunto, el golpe esta vez lo daría el bando “legalista/profesionalista” en 1966 precisamente con el Gral Onganía como responsable principal.
.O’Donnell explicó con singular maestría las divisiones facciosas dentro de las cuales se enrolaron los oficiales de las FFAA y, para nuestra necesidad expositiva, es importante conocer al menos dos grandes sectores de las mismas.
En primer lugar, hallamos a la facción “paternalista” encabezada por el Gral. Onganía, se caracterizó por “…a ella es la que mejor corresponde la transposición analógica de lo militar a lo social”…”entroncados con las corrientes tradicionalistas de la Iglesia, con un origen en la pequeña clase media provinciana”...” Su visión corporativista está surcada por imágenes organicistas, pero queda lejos de una ideología fascista gracias a un conservadorismo impregnado de paternalismo”... “(son) tradicionalistas, la sociedad que querrían construir es tan ajena a la política de masas como al big business” …”Partidarios del “orden”, la “autoridad” y la despolitización, tienen una veta moderna en su fascinación con los “técnicos”, que parecen portadores de una racionalidad que les permite negar la politicidad y conflictualidad intrínsecas a cualquier cuestión social..”[12]
La otra corriente facciosa principal en la que estaban enrolados los altos jefes militares era la de los “liberales autoritarios”. Nos explica O’Donnell: “…ignoro el origen social de sus seguidores, sus líderes del período aquí estudiado, los generales Julio Alsogaray y Alejandro Lanusse, provenían de la alta clase urbana…sus amistades y conexiones están, por familia y por elección, mucho más orientadas que las de paternalistas hacia el mundo de la gran burguesía y el circuito de abogados, economistas, publicistas e intelectuales que lo circunda...el “big business no les choca; es parte de su medio de interlocutores civiles,con elúnico apoyo militar seguro para quienes se hacen cargo de la política económica del Estado Burocrático Autoritario…” [13]
Estas facciones pasaron a la historia como el enfrentamiento entre Azules y Colorados, siendo azules los paternalistas y los colorados los liberales, Como dato para entender la mirada política, económica y social de la última dictadura Cívico-Militar que se extendió entre los años 1976 a 1983 pomposamente proclamada como “Proceso de Reorganización Nacional”, el exGral. Videla en los años 1962-1963 era Director del Colegio Militar de la Nación y estaba enrolado en la facción “liberal/colorada”.
A preincipios de 1967, Onganía designó como Ministro de Economía a Adalbert Krieger Vasena, exmiembro de la Comisión de Estudios Económicos de la Unión Industrial Argentina, UIA, institución no gubernamental que representaba -en esa época- a las empresas industriales de capitales transnacionales y, en gran cantidad, aportó asociados a la función pública del área económica conducida por Krieger Vasena.
Para reiniciar el camino de la solución a los “ya” conocidos problemas de la estructura económica argentina el Prte. Onganía dispuso de acuerdo con Krieger Vasena un plan económico que comenzó en enero de 1967 de “sobredevaluación compensada” del peso que fue del 40%, pasando el peso argentino de 255 a 350 por cada dólar. De esta manera decretó la nueva paridad cambiaria evitando la especulación de los exportadores esperanzados en futuras devaluaciones, siempre muy redituables para este sector de la economía argentina. Además adicionó un impuesto a las exportaciones tradicionales –hoy las denominamos “retenciones a las exportaciones” que tanta polémica generó en el año 2008- oscilando entre un 16 al 25%.
No obstante, esta devaluación encareció todos los insumos industriales y la importación de bienes de capital pese a que el plan económico quería alentar el proceso de industrialización. Para tal objetivo, redujeron los aranceles aduaneros para importar “bienes de capital e insumos industriales”.
Al respecto es interesante leer una reflexión del economista Oscar Braun[14] : “…en la práctica, la devaluación, las retenciones y las modificaciones de aranceles, tomados en conjunto, tenían un efecto similar al de la introducción de un doble tipo de cambio. En primer lugar, un tipo de cambio más bajo para la exportación de productos primarios y la importación de materias primas; y, en segundo término, un tipo de cambio más alto para la exportación de productos industriales, la importación de bienes de consumo final y las transacciones financieros…”.
La “Revolución Argentina” tomó como política estatal la vinculación con funcionarios de carácter profesional y tecnócratas, además de una decisiva inversión pública destinada a un mejoramiento y construcción de caminos con el decisivo apoyo a la industria automotriz; la Ley Nro. 17.574 en 1967 dio origen a la Empresa Hidroeléctrica Norpatagónica (HIDRONOR) que realizó la construcción y explotación eléctrica en la zona del Comahue de las centrales El Chocón, Planicie Banderita y la red de interconexión con el Gran Buenos Aires. En 1968 comenzó la construcción de la Central Atómica Atucha I, dando inicio al ciclo de generación de energía nuclear controlado por la Comisión Nacional de Energía Atómica.
A modo de conclusión de este controvertido período de la historia argentina en sus términos económicos y políticos, se puede apreciar cambios que hoy son una realidad muy importante en términos productivos y comerciales:
a.- Aumento de exportaciones industriales hacia países limítrofes, tales los casos de Brasil y de Chile. Existió en el período 1966/1969 un incremento de exportaciones manufactureras hacia los EEUU y una notable disminución del comercio exterior con el continente europeo, debido a una abrupta caída comercial con aquellos países de la Europa del Este, países hegemonizados por la exURSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la hoy Federación Rusa cuando era el país socialista más importante del mundo y rival de la otra potencia capitalista, EEUU).
b.- Disminución de las exportaciones agropecuarias de 61,4 al 53,9%; por otra parte, se registró un incremento en las exportaciones de manufacturas alimenticias y de variados rubros del 30,6 al 37,4% durante el período tratado.
c.- También como dato destacable se destacó la concentración de las exportaciones en un pequeño número de empresas concentradas en los denominados holdings, tendencia contradictoria a la desconcentración y nacionalización de empresas pequeñas y medianas empresas surgidas en el firmamento industrial argentino de esa época que “…ocupaban un lugar (junto) a los trusts tradicionales…”[15]
La disconformidad de la clase obrera hacia el gobierno de Onganía estribó en que dentro del plan económico de Krieger Vasena la variable salarial se mantuvo según las decisiones del gobierno militar y no variaba según las discusiones entre empleadores y los trabajadores –las hoy denominadas “Negociaciones Paritarias”- ; es decir, en la práctica los salarios recibieron aumentos como voluntad del gobierno de facto y, luego del sinceramiento de los demás precios de mercaderías y servicios públicos. Sumado a la proscripción de los dirigentes peronistas y, del mismo Perón, a la participación política generará un factor importante de desestabilización política del gobierno militar.
Como otro factor importante que producirá la caída del gobierno de Onganía, se dio “…la contradicción entre un sector terrateniente que realizaba su renta en el mercdo mundial y una burguesía industrial protegida que dependía del mercado interno y del flujo de capitales del exterior para no desequilibra la balanza de pagos. Y también (una) pugna existente enre los segmentos mejor posicionados del empresariado industrial (las compañías transnacionales y unas pocas grandes empresas nacionales) y las pequeñas y medianas empresas agrupadas en la Confederación General Económica (la CGE)…” [16]
En términos políticos, el gobierno de facto de Onganía, finalizó con dos hechos de gran conmoción que fueron el “Cordobazo” en mayo de 1969, la famoso insurrección popular integrada por los obreros mejor remunerados del país –pero sí perjudicados con un régimen de suspensiones y reestructuraciones de la plantillas fabriles- y estudiantes universitarios (algunos de ellos también eran trabajadores industriales) que tomaron con sus protestas económicas y políticas el control de la ciudad capital de la provincia de Córdoba. Y durante el año 1970, el movimiento político y militar denominado “Montoneros” secuestró, mantuvo en cautiverio y luego ejecutó al Gral. Aramburu quien fue el principal conductor de la Revolución Libertadora que puso fin en forma de golpe de estado al segundo mandato de Perón. Esto movió a que políticamente los militares decidieran la finalización del gobierno militar de Onganía.
¿SERÁ POSIBLE EL DESARROLLO INDUSTRIAL EN LA ARGENTINA?
Luego de la profunda crisis económica producida en diciembre del 2001 cuando forzado por una gran movilización y manifestaciones populares, amén de una violencia inusitada representada en saqueos a diversos comercios, el expresidente De La Rúa decide renunciar y puso fin abruptamente al gobierno de la “Alianza”. El dato no sería de mayor valía sino se refrescara la memoria sobre los objetivos principales de la “Alianza”: finalizar con un modelo de exclusión social –producto de la aplicación de la filosofía económica neoliberal- y altísimo nivel de desocupación –algunos expertos en estadísticas hablaron del 20 al 25% de desempleados de la Población Económicamente Activa- brindando como solución políticas activas dedicadas a la reindustrialización.
Por lo tanto, a raíz de ese fin de ciclo en diciembre de2001,.se abrió nuevamente el debate sobre el desarrollo de las fuerzas productivas centradas en la industria y las reflexiones de cuales serían las políticas macroeconómicas por parte del Estado para, al menos, iniciar ese camino productivo que genere como consecuencias socioeconómicas: bajar los altos índices de desocupación y generar las condiciones para que se produzca una más equitativa distribución de la riqueza.
Como el debate no es reciente, para el caso de la historia económica argentina, hemos decidido mostrar el pensamiento de varios economistas, sociólogos y expertos en Ciencias Políticas, que han reflexionado sobre el desarrollo, teorías y casos prácticos, y que relaciones existieron y aún perduran entre inversiones extranjeras y la posibilidad de implementar políticas de desarrollo industrial.
Marcelo Diamand, ingeniero electrónico devenido en un estudioso de la Economía Política, el año 1973 presentó al público “Doctrinas económicas, desarrollo e independencia”[17], en cuyo prefacio el autor nos indica que el libro fue producto de una década de reflexiones sobre enfoques simultáneos: el empresario industrial que vivió y experimentó las distintas vicisitudes de las distintas políticas del Estado; en segundo término, los directivos de las entidades empresariales defensora de los intereses industriales y un puente permanente entre los empresarios industriales y los distintos gobiernos; el de los diversos asesores de los gobiernos, esa suerte de personajes portadores del conocimiento imprescindible para la toma de decisiones de las políticas estatales; y, por último, del esfuerzo de Diamand por integrar las experiencias y las ideas en un modelo teórico coherente, correspondiente a la realidad argentina. Destacamos este esfuerzo ya que Diamand se propone a confrontar no únicamente los déficits en el desarrollo de la industrial de la Argentina; sino además, cuestionar la ineficiencia de las teorías internacionales en su implementación mecánica en la estructura económica de nuestro país.
No conforme con el análisis histórico, esboza un diagnóstico bastante heterodoxo sobre la estructura productiva nacional denominada: “Estructuras Productivas Desequilibradas”. Nos explica Diamand:
“…nace (en la Argentina) así una estructura productiva peculiar, en la cual coexiste un sector exportador primario, de precios internacionales, con un sector industrial, de precios mucho más elevados que los internacionales. Denominaré a esta configuración estructura productiva desequilibrada (EPD)…”.[18]
La EPD generó en nuestro país una industria nacional volcada hacia el consumo interno ya que se veía imposibilitada de exportar en forma constante, debido a que sus precios eran más altos que lo de sus competidores internacionales; además, la única fuente de ingreso de moneda extranjera eran las exportaciones de origen primario (la actividad agropecuaria para el caso de nuestro país) siendo utilizadas esas divisas en la adquisición de bienes de capital o insumos industriales no elaborados en nuestro país. Por lo tanto: “…la principal característica económica de la EPD es su tendencia a recaer periódicamente en crisis de la balanza de pagos (cuenta del Estado que mide y controla la cantidad de monedas extranjeras que ingresan y egresan del país). A raíz de la peculiar configuración de precios que la caracteriza, la industria se ve forzada a restringirse al abastecimiento del mercado interno y la provisión de divisas pasa a depender, casi exclusivamente, de las exportaciones primarias…(de tal manera) el abastecimiento de divisas queda siempre a cargo del sector primario, limitado, sea por las condiciones de oferta, sea por las de la demanda mundial, o por ambas a la vez…”[19] Deja de esta manera plasmado, Diamand, la recurrente crisis que impone al país ese déficits de divisas extranjeras.
Al mostrar el momento histórico y la forma de inserción económica de nuestro país al mercado mundial y el surgimiento de la EPD, es por la producción y exportación de materias primas de origen agrario. Indica como este perfil productivo responde a una lógica de la doctrina económica clásica tradicional, formulada por Adam Smith y David Ricardo, la “División Internacional del Trabajo”.
Básicamente el concepto indica la búsqueda de la actividad económica que produzca ventajas comparativas según los países. En el caso argentino, las grandes planicies y la fertilidad con que nos obsequió la naturaleza, nos indica que la mayor productividad proviene de esa actividad industrial y en carácter transitivo, un país que posee un desarrollo industrial le es más comparativamente ventajoso exportar mercancías industrializadas e importar los productos agrarios; por ejemplo, los provenientes de nuestro país. En términos históricos se lo conoce como el “Modelo Agroexportador” cuya vigencia fue desde la Organización del Estado Nacional, a partir de la Década de 1880 hasta el comienzo de la Gran Depresión en la Década de 1930.
Diamand analiza en forma simultánea al concepto de EPD, el concepto de productividad con el objetivo de por un lado: discutir en términos teóricos para demostrar la necesidad de generar reflexiones y no aceptar dogmáticamente las “supuestas verdades inamovibles” de las usinas de pensamiento económico mundial; y por el otro, como una mirada diferente del concepto de “productividad” sirve para fundamentar el desarrollo de la actividad industrial.
De esta manera la corriente de pensamiento económica clásica y las modernas lecturas monetaristas, actualmente denominadas la “ortodoxia económica”, asocia la productividad de la mano de obra con la eficiencia en el desempeño en su lugar de trabajo de la mano de obra, midiendo la productividad según las cantidades obtenidas por la unidad de recursos empleados. La productividad se detecta en diferentes ramas de la actividad económica tales como, la del capital, la de la mano de obra, la de la tierra. Para Diamand se ocupa de la productividad lograda por la mano de obra, midiéndola por el valor hora/hombre expresado en dólares para obtener su comparación internacional. Diamand relaciona la eficiencia de la mano de obra con la presencia de una máquina “…producto de acumulación de capital y tecnología, que permite multiplicar cientos de veces el esfuerzo físico…”[20]
Por tal razón, Diamand asigna importancia a un proceso histórico de industrialización para contrarrestar esa Estructura Productiva Desequilibrada (EPD), aunque no resigne el análisis micro empresarial sobre la cuestión de la eficiencia de la mano de obra, carga las tintas en la productividad dentro de la sociedad industrial:”…(ya que) la capacidad y voluntad de los que dirigen y ejecutan las áreas, la productividad depende de la organización alcanzada por la sociedad y por las empresas, …(generando) de la posibilidad de planificar la producción de antemano, con el fin de racionalizar los métodos, las tarea s y la investigación y, finalmente, del nivel de tecnología que se ha conseguido…”. Esto tiene un efecto multiplicador sobre:”…la capacitación, los conocimientos y la cultura general de la población…”[21] . Condición que no surge voluntariamente por parte de la población de una determinada región; sino que, es una condición que guarda una relación directa con el grado de desarrollo del capital.
Pero en países de EPD, como el nuestro. ¿cuál debería ser el trayecto a seguir para el desarrollo industrial?. Hemos visto en los casos históricos argentinos, expuestos con anterioridad, que nuestro primer gran escollo es la falta de acumulación de capital que pueda ser invertido en la actividad industrial y el “estrangulamiento” del sector externo por falta de divisas. La forma de subsanar ese estrangulamiento es mediante la atracción de capitales extranjeros que, obviamente, solicitarán un grado importante de “confianza” en términos de un control político y de las distintas variables económicas por parte del Estado. Ante tal situación, los diferentes gobiernos solicitaron préstamos al Fondo Monetario Internacional (FMI), debieron realizar planes económicos que controlaran la importación y mejoraran el valor de las exportaciones para solucionar los estrangulamientos de la balanza de pagos. La excepción han sido los gobiernos peronistas que no han solicitado préstamos al FMI con el fin de lograr una política financiera autónoma de los centros financieros internacionales, que precisamente no interfiriera en el proceso de industrialización.
Diamand cuya otra variable de análisis fue el comportamiento de la “realidad económica”, llegó a la conclusión donde el capital extranjero no llegó a cumplir el objetivo de ser la rueda de auxilio para el desarrollo industrial. Por consiguiente, afirma que: “…el desarrollo industrial exclusivo hacia adentro, financiado mediante aportes de capitales extranjeros, lleva forzosamente a una situación explosiva del sector externo, que tarde o temprano desemboca en una crisis de balanza de pagos…”[22]
En línea con estos comentarios, a cerca del supuesto beneficio de la inversión del capital extranjero, Diamanda efectuó una serie de críticas hacia los intentos de impulso de industrialización. En primer término, analizó a los intentos efectuados por la corriente “nacional-populista”, efectuada en forma muy clara durante las presidencias de Perón; pero, englobó en esta crítica, hacia todo aquellos que enarbolan esa estrategia industrialista.
Para comenzar su crítica, Diamand insiste en su visión del problema de abastecimiento de divisas; por tal razón, Diamand expresó:
“…El populismo –siempre con excepción de importantes sectores dentro de la corriente nacional- muestran una sistemática ceguera ante el papel limitador del sector externo….”[23]
Además expuso Diamand, una crítica a los pensadores que sostienen la existencia del subdesarrollo por la histórica limitación del desigual y deterioro constante de los términos de intercambio, Prebisch fue un gran exponente de esa concepción, en la cual los países centrales y de gran desarrollo industrial venden sus mercancías industriales con un alto valor agregado y mayor precio en términos globales sobre los precios de los países periféricos y exportadores de materias primas, con un bajo valor agregado; razón por la cual, los países periféricos se ven imposibilitados de lograr una acumulación de capital que le permita realizar un proceso de industrialización.[24]
No obstante, vale la pena aclarar que Diamand carga las tintas contra aquellos que parten de este análisis de Prebisch y lo llevan al extremo. Por esta razón, Diamand llama la atención al decir:
”…recurre a menudo al diagnóstico que alega el deterioro de los términos de intercambio, percibe este deterioro como una simple pérdida de ingreso y no como un efecto limitador sobre la producción. En otras palabras, ve en la perdida de cada dólar únicamente la pérdida de este dólar y no de varios dólares adicionales que se dejan de producir internamente…”.[25]
De tal manera que:
”…Este punto ciego impide a los populistas percibir que el aumento de la actividad interna no acompañado de políticas específicas de balanza de pagos lleva, forzosamente, a la limitación externa…”[26]
También Diamand hizo incapié ante una postura ideológica y dogmática de la corriente nacional-populista que son sus prejuicios de parecer a la corriente liberal que cuestiona:
“…el prejuicio antiexportador. Su origen es la herencia cultural que hace interpretar el presente en términos de los conflictos del pasado. La historia de las EPD se caracteriza por la lucha entre dós tendencias: la proteccionista, que quería canalizar el desarrollo hacia la producción para el consumo interno y la librecambista, que presionaba para canalizarlo hacia la exportación. Dentro de este planteo el aumento de las exportaciones se identificaba con lo antipopular, ya que aparecía como una alternativa al consumo interno. Lo que no han entendido lo populistas es que la culpa por el sacrificio del mercado interno no la tenían nunca las exportaciones, sino la falta de una protección adecuada que impedía iniciar y mantener la producción para el consumo interno y canalizaba las divisas ganadas con exportación hacia la adquisición de bienes terminados…”[27]
Por lo tanto:
”…el sector externo en una clave del desarrollo y que las exportaciones no significan una disminución del consumo, sino que son una herramienta esencial del crecimiento…”; ya que: “…el desequilibrio externo que deprime el consumo y que no deja otra alternativa que recurrir al paliativo de los capitales extranjeros…”.Pero puede suceder que estas “…exportaciones industriales se basa en que los incentivos que ésta requiere beneficiarían excesivamente a las empresas multinacionales…”
Por estas razones, concluye Diamand: :”…sin perjuicio del esfuerzo sustitutivo, es absolutamente imprescindible generar más divisas. En consecuencia el camino hacia la independencia económica pasa forzosamente por el del crecimiento de las exportaciones…”.[28]
Aunque existió una sustancial diferencia de la modalidad en el proceso de industrialización por substitución de importaciones entre la experiencia nacional-populista y la concepción ideológica y su práctica en el gobierno del prte. Frondizi, caracterizado como “desarrollismo-frigerismo”, Diamand esboza las siguientes críticas:
“…el desarrollismo o frigerismo atribuye los problemas económicos del país a su dependencia comercial, recurriendo –igual que el populismo- (asume) al diagnóstico estructuralista ( la mirada que citamos con anterioridad de Raúl Prebisch) que alega el deterioro de los términos de intercambio. Como solución a la dependencia que se crearía debido a este presunto deterioro un drástico cambio en la estructura productiva por vía de una política substitutiva llevada hasta sus últimas consecuencias, que permita lograr el autoabastecimiento en todos los rubros básicos de la economía…” [29]
Diamand está de acuerdo con el diagnóstico efectuado por los desarrollistas Frondizi y Frigerio que el déficit de la Balanza de Pagos proviene por ese desigual intercambio; no obstante, Diamand entrevió un error conceptual que llevó a esta dupla “desarrollista” a esa encerrona que genera la falta de divisas extranjeras para hacer frente a las necesidades constantes de abastecer de insumos y bienes de capital importados para una industria de consumo interno:
“…la incoherencia que surge entre el objetivo postulado de independencia económica y la dependencia a la que se llega, parte de la identificación que hace el frigerismo de la insuficiencia de capitales con la insuficiencia de divisas. De la misma manera que el populismo, el frigerismo no entiende la diferencia entre el dinero interno y las divisas…” por lo tanto: “…alega como causa de estancamiento el deterioro de los términos de intercambio, lo interpreta sólo como una pérdida de ingreso. Sin darse cuenta que trae también un problema específico del sector externo mucho más importante, ya que cada dólar que falta redunda en una pérdida de 10 de producción interna…”
Confluyendo en un enorme error conceptual, según Diamand: ”…confundiendo la seudoinsuficiencia de capitales con la insuficiencia genuina de ahorros. Confunde (el desarrollismo-frigerismo) así la necesidad de una sostenida acción sobre el sector externo con la necesidad de capitales extranjeros…”[30]
Como gran atracción de las inversiones extranjeras han tenido que generar un proceso devaluatorio, que obviamente impactó en el poder de consumo interno de los trabajadores y, no conforme con esto Diamand comentó:
“…la desgravación de importaciones de equipos hizo que el reequipamiento se efectuara dejando ociosa la capacidad productiva interna de bienes de capital. Así es como se dio una paradoja, por la cual el período de equipamiento más intenso en la historia del país se vio acompañado de la decadencia del sector productor de bienes de capital nacional…”[31].
En su crítica, sostiene Diamand, llevó al gobierno desarrollista-frigerista a generar una enorme cantidad de inversiones y deuda externa para hacer frente, entre otras cosas, a esa industrialización “importada”. Deuda externa que perjudicará la acumulación de divisas extranjeras para derivarlas potencialmente a la industrialización nacional. El aumento de la deuda externa que conjugado a una caída de las exportaciones agrarias (sea por una caída de los precios internacionales de las materias primas, o por medidas proteccionistas de los países compradores de la producción agraria o por caída de la producción nacional agropecuaria) le generó al gobierno desarrollista-frigirista una aguda crisis de la Balanza de Pagos por una abrupta caída de las reservas de divisas extranjeras a mediados de 1961, le impuso al gobierno una restricción de la política monetaria; es decir, tomar medidas que frenen el consumo interno de bienes industriales, medidas que obviamente, pasan por afectar el poder de compra de los trabajadores.
Sumado estas medidas no simpáticas, la proscripción del partido peronista movilizó a la inestabilidad política que concluyó con el golpe de estado de 1962.
Por último, Diamand analizó la otra forma de desarrollo industrial efectuada por el gobierno de facto del Gral. Onganía y su ministro de economía, Krieger Vasena (1966-1969) que como ya dijimos, perteneció a la Comisión de Estudios Económicos de la UIA -en ese período, institución representativa del capital industrial transnacionalizado-.
Diamand caracterizó al plan y objetivo económico de la autodenominada “Revolución Argentina” del gobierno de facto de Onganía-Krieger Vasena, como de: “… medidas preparatorias liberalizadoras habituales, consistentes en la eliminación de controles de cambio u en la supresión de prohibiciones a importar –restricciones que ha bía sido restablecidas después de 1963 (por el gobierno democrático del Dr. Illia)…fueron acompañadas esta vez por un tipo de devaluación especial, compensada mediante el establecimiento simultáneo de derechos a la exportación tradicional (hoy popularmente conocidas como las “retenciones”) y por la reducción de los recargos a la importación…”.[32]
Esto se lo conoció como de “devaluación compensada” con un criterio de fomentar las exportaciones industriales, objetivo que como vimos más arriba empieza a lograrse, Pero Diamand, fiel a unir una práctica analítica de ver los enunciados y los hechos, comentó:
“…este objetivo nunca fue tomado muy en serio, tal como lo demostró el abandono simultáneo de algunas medidas promocionales existentes desde antes, con lo cual se neutralizó la mayor parte del beneficio logrado. A medida que transcurría el tiempo, a pesar del crecimiento de los costos, se mantuvo la política de cambio fijo (luego de una gran devaluación del 40%)…” Llegando así: “…se fue descolocando así cada vez más a la industria, hasta anular el pequeño bebeficio remanente que obtuvo al comienzo (del ciclo del plan económico de Krieger Vasena)…”[33] Generando sucesivas suspensiones de trabajadores y, en algunos casos, reducciones de personal de las plantillas de las empresas y, una reducción masiva del consumo interno.
La finalización del proyecto industrialista comenzó a producirse el final del ciclo por abrupta caída de las reservas de monedas extranjeras –la limitación externa- : “…la declinación de las reservas, iniciada a partir de los disturbios de 1969 (el “Cordobazo”), parece indicar que el país ya entró en la penúltima etapa del proceso…(dichos sucesos) …nuevamente proveen una fácil excusa para explicar el fenómeno, no son más que el desencadenante de turno que actúa sobre el trasfondo real de la política económica que se fue llevando en el sector externo durante los últimos años…la ausencia de medidas reales en materia de importaciones y exportaciones que pudieran corregir la situación y recurso tradicional de iliquidez (generar medidas económicas por parte del Estado para contener el consumo interno y así, el nivel de importaciones de insumos industriales y de bienes de capital) con el cual se trata de remediarla constituyen un conjunto de repuestas clásicas (hoy se las denomina la Economía Ortodoxa) en esta etapa del proceso…”[34]
Además de su recurrente mirada sobre las limitaciones externas propone la idea de establecer una serie de medidas cambiarias, de regulaciones estatales : tarifas aduaneras, retenciones a las exportaciones, subsidios, etc. Propuso en su texto una construcción de mentalidad empresarial industrial o dichos en términos de Carlos Marx, la generación de una burguesía industrial nacional con capacidad y liderazgo en el contexto de un sistema republicano de gobierno. Por ello habla de una revolución pacífica como la más constructiva a largo plazo:
“…la consecuencia política es que la revolución pacífica resulta mucho más difícil; su éxito en los países industriales se debió a la presencia de una élite sujeta directamente a la presión política de las masas populares y con libertad de cambio frente a esta presión…”[35]
Otras Discusiones:
“IMPERIALISMO”. Una breve introducción a la problemática de la inversión de capitales por parte de los países centrales.
Lenín escribió en 1916: “IMPERIALISMO: Fase superior del Capitalismo” para fundamentar varios aspectos en forma simultánea.
Ya era el principal dirigente e intelectual del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, de la facción bolchevique. Su sector consideró en términos políticos que la burguesía nacional rusa y las demás burguesías en su conjunto, jamás dejarían por vías pacíficas llegar al manejo de cualquier estado a ningún partido cuya orientación sea, al menos, distribuir con las demás clases sociales parte de sus ganancias o rentas.
Más grave aún, Lenín creyó que la “Gran Guerra”, para nosotros la Primera Guerra Mundial de 1914 a 1918, son enfrentamientos interimperiales entre los países centrales o desarrollados que a su vez son considerados “imperialistas”.
Esta opinión formulada por Lenín de países imperialistas tienen su razón de ser en aspectos que van desde el desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo en todo espacio geográfico donde ocurra; pero fundamentalmente se refiere a los “centrales” o” desarrollados”.
De esta manera, Lenín comparó a los métodos de producción capitalista éntrelos tiempos precapitalistas cuyas producciones y métodos de producción podían permanecer estables “siglos y siglos”. Pero: “…en cambio,la empresa capitalista tiende inevitablemente a rebasar los límites de la comuna rural, del mercado local, de la comarca y, por último, del Estado. Y como el aislamiento y el carácter cerrado del Estado han sido destruidos ya por la circulación de mercancías, resulta que la tendencia natural de toda rama industrial capitalista le impone como necesidad el buscar un mercado exterior…”[36]
Además, las fuerzas productivas presentaron mutaciones en su desarrollo en los países centrales o imperialistas, según lo estudiado por Lenín al sostener : “…lo que caracteriza al viejo capitalismo, en el cual dominaba plenamente la libre concurrencia, era la exportación de “mercancías”. LO QUE CARACTERIZA AL CAPITALISMO MODERNO, EN EL QUE IMPERA EL MONOPOLIO, ES LA EXPORTACIÓN DE “CAPITAL”…(resaltado por nosotros)”[37]
Como señalamos más arriba, este texto de Lenín buceó en otro tipo de explicaciones a la impactante Gran Guerra que se libraba en gran parte del mundo, para salir de las explicaciones simplistas y chauvinistas que, por las razones esgrimidas por Lenín, no alumbraban en la explicación de los trágicos sucesos.
Por tal motivo, Lenín realizó una explicación económica e histórica de la evolución del capital o de sus fuerzas productivas: “…en el umbral del Siglo XX asistimos a la formación de monopolios de otro género: primero, uniones monopolistas de capitalistas en todos los países de capitalismo desarrollado; segundo, situación monopolista de unos pocos países ricos, en los cuales la acumulación de capital había alcanzado proporciones gigantescas…(por esta razón)…surgió un enorme exceso de capital en los países avanzados…”[38]
A esta nueva conformación monopólica del capital, Lenín hizo una puntualización conceptual del capital financiero. Y de la misma manera que al analizar el texto de Diamand en el criterio de categorizar la idea o concepto y en forma inmediata asociarlo con la realidad, Lenín efectuó de igual modo esta estructuración del conocimiento. Por tal razón, para explicar al capitalismo financiero monopólico, indicó el ejemplo de los préstamos otorgados por la banca francesa a la Rusia Imperial fijándole, además, la obligatoriedad de compra de mercancías de origen francés: productos industriales varios y de la industria armamentista, como rubro destacado.
Es decir, ese préstamo no sólo sujeta financieramente al país deudor en el pago del mismo más sus intereses, sino que además, no puede desarrollar en forma autónoma su industria por la obligación de importación de productos industriales llevando a un subdesarrollo constante de las fuerzas productivas de los países receptores de ése capital financiero. De esta forma explicó Lenín este aspecto central del capitalismo financiero monopólico:
“…el capital financiero ha creado la época del monopolio. Y los monopolios llevan siempre aparejados consigo los principios monopolistas: la utilización de las “relaciones”(resaltado por el autor) para las transacciones gananciosas reemplaza a la competencia en el mercado abierto. Es muy corriente que, como una de las condiciones del empréstito, se exija la inversión de una parte del mismo en la compara de productos del país acreedor…”[39]
Pero esta definición sería totalmente incompleta sino incorporamos otros conceptos a saber: la conformación de una estructura más compleja: el capital financiero; y la situación histórico-política de donde partimos; es decir, de capitales monopólicos de países con posesiones coloniales (al momento de escribir este texto en 1916) v.gr.: Francia, Reino Unido, Imperio del Japón, en menor medida Italia. Agregándose Alemania quien en términos históricos ha llegado tarde a las conquistas coloniales; pero con notable influencia en el mercado europeo. Y el reparto de los países independientes que se fueron insertando en el mercado mundial capitalista; v.gr. el continente americano con la excepción de los EEUU de Norteamérica.
Como para no dejar lugar a dudas, Lenín en su texto escribió
: “…Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo…”.
Definición que comprendería: “…el capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de los grupos monopolistas de industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se expande sin obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia capitalista (y, además) la política colonial de dominación monopolista de los territorios del globo enteramente repartidos…”[40]
El uso del concepto “imperialismo”, paradojalmente, no fue una invención de Lenín, apareció por primera vez en un, también, clásico texto de J.A. Hobson en 1902 en su Reino Unido natal escribió un estudio muy provocativo para los pensadores y activistas políticos de ese momento: “Imperialismo. Un estudio”. Allí, en ese texto no dejó muy bien parado el papel que ejercieron los capitales británicos en el mundo subdesarrollado tanto de sus colonias formales como de aquellas economías altamente controladas como las de América Latina, quizás Argentina fue el caso más paradigmático; precisamente porque Hobson desenmascaró la idea de la libre competencia de los mercados, así como también la fantasía de la libre concurrencia de las mercancías con que los británicos propagandizaban su política imperial por el mundo.
Lenín retomó lo estudiado en el texto “Imperialismo. Un estudio”, con el criterio de mostrar ante quienes polemizaban contra él (quizás la más célebre de las polémicas la entablada con Kautsky), al demostrar que ya en el libro de Hobson se hablaba de: ”…el nuevo imperialismo se distingue del viejo, primero, en que, en vez de las aspiraciones de un solo imperio creciente (el Reino Unido de la expansión marítima y de la primera etapa de la Revolución Industrial:1720-1850), sostiene la teoría y la práctica de imperios rivales, guiada cada uno de elos por idénticos apetitos de expansión política y de beneficio comercial; segundo. en que los interese financieros o relativos a la inversión del capital predominan sobre los comerciales..”[41]
Aludiendo a la polémica entre Lenín y Kautsky a cerca del concepto y praxis política del imperialismo. En líneas generales hemos analizado la posición de Lenín que lo llevó a redactar el “Imperialismo…” contestándole a Kautsky. Si bien en la actualidad existen nuevos factores en cuanto a organización del trabajo y a enormes cambios tecnológicos, algunos aspectos de este debate merecen rescatarse en función de la difusión de conceptos tales como “fin de la historia”, “globalización” en otras afirmaciones por el estilo que minimizan y no explican algunos aspectos tales como la existencia de desarrollos desiguales y combinados, aún dentro de las fronteras de un mismo estado.
En sí, este debate comenzó por la postura de Kautsky en noviembre de 1914 y en 1915 en contra a las ideas fundamentales de la definición de imperialismo.
Kautsky abogó por deslindar el rumbo político-militar de los países imperialistas llevado adelante por los países altamente desarrollados de su economía. Kautsky afirmó“…desde el punto de vista puramente económico no es imposible que el capitalismo pase todavía por una nueva fase: la aplicación de la política de los cárteles a la política exterior, la fase del ultraimperialismo…”.[42]
Y prosigue explicando su visión donde no existe una lucha de los países imperiales entre sí por ese reparto de mercados, sean anexiones coloniales o de zonas de influencias económicas de países independizados:
“…(presenciamos más que una guerra entre potencias imperiales) una fase de la explotación general del mundo por el capital financiero unido internacionalmente…”.[43]
Como vimos anteriormente, Lenín no se queda únicamente con la explicación chauvinista de la supremacía militar de los países imperiales en su “Gran Guerra”; sino que además, es parte de la competencia de capitales monopolistas que se quedarán con más mercados, en este caso, por el uso de la fuerza.
De esta manera, pretendemos al examinar muy brevemente el concepto de Imperialismo reformulado por Lenín, con el criterio de tener un panorama que complejice el camino hacia un desarrollo productivo y de pensar en alguna solución rápida y sencilla que pueda aportar las inversiones extranjeras como la única solución del subdesarrollo industrial de nuestro país.
Traspolando los contextos históricos, nos parece muy pertinente aproximarnos a un texto de los años ´60 de Harry Magdoff en el cual analizó la situación contemporánea de las inversiones norteamericanas en complejo contexto internacional: en primer término, cubrir con las expectativas de desarrollo económico de los países subdesarrollados y, en forma simultánea, solucionar problemas políticos de su seguridad exterior; encontrar soluciones victoriosas en su conflicto de la “Guerra Fría” contra la Unión Soviética, la postguerra de Corea y el desarrollo de la guerra de Vietnam para justificar ante el mundo del campo socialista el desarrollo de políticas de bienestar y, por último, para nuestro continente, las consecuencias de la triunfante Revolución Cubana de 1959 que obligó a los EEUU ha diseñar políticas de “desarrollo” e “inversiones” industriales con el mismo objeto, generar mejor condiciones de vida en el continente y alejar del pensamiento de las sociedades las “utopías” implementadas por la Revolución Cubana dirigida por los jóvenes hermanos Fidel y Raúl Castro, con la participación del médico argentino: Ernesto “Che” Guevara.
Harry Magdoff analizó el papel político y económico de los EEUU de postguerra mundial abarcando hasta el lapso temporal de mediados de la década de 1960, en un texto denominado “The age of Imperialism”.[44]
En este texto, Magdoff, trabajó una relación conceptual muy fuerte en la clase dirigente estadounidense:
la fusión de intereses comerciales y las intervenciones militares fundamentadas en fuertes concepciones idealistas y religiosas.
La evidente agresión comercial sufrida por China durante la “Guerra del Opio” fue justificada al público de los EEUU por la Junta Norteamericana de Comisionados de Misiones Extranjeras:
“…(como) el resultado de un gran designio de la Providencia para hacer que la maldad de los hombres sirva a sus propósitos de piedad hacia China, al romper su barrera de exclusión y al poner al imperio en contacto más inmediato con los países occidentales y cristianos…”.[45]
Este antecedente histórico tomado por Magdoff, fue utilizado para entender que las intervenciones militares, si correspondían sea en términos violentos o de presión hacia terceros, como un doble objetivo.
Es decir; si las poblaciones a “persuadir” por la fuerza no son cristianas,¿ cómo podrían interpretar la forma republicana de gobierno y la existencia de la libre empresa? ¿ cómo podrían entenderse en una negociación comercial pueblos de culturas tan disímiles? Es por ello cuando surgen las diversas intervenciones “republicanas” estadounidenses no con fines anexionistas, sino, más bien, como metodología de promover los valores cristianos y de la libre empresa capitalista amén que los pueblos –tal es el caso del Imperio Chino- no abandonen sus prácticas religiosas; mas sí internalicen y promuevan el desarrollo de la libre empresa capitalista.
El análisis para la expansión estadounidense hecha por sus protagonistas marcó una interrelación entre: los intereses económicos y la política exterior.
Magdoff citó al expresidentes del Banco Mundial, Eugene R. Black quien nos informa:
“…nuestros programas de ayuda extranjera constituyen un beneficio claro para las empresas norteamericanas. Los tres beneficios principales son: 1) La ayuda externa provee un mercado considerable e inmediato para los bienes y servicios norteamericanos. 2) La ayuda externa estimula el desarrollo de nuevos mercados extranjeros para las compañías norteamericanas. 3) La ayuda externa orienta las economías nacionales hacia un sistema de empresa libre donde las firmas norteamericanas pueden prosperar…”.[46]
Si bien, al momento de escribir este texto año 1967, el nivel de exportaciones de productos industriales estadounidenses era muy superior al volumen de inversión en el exterior, éstos últimos empezaron a incrementarse a partir de 1958, que fue el año de posguerra mundial más alto en inversiones norteamericanas al exterior.
El análisis de Magdoff es que el crecimiento de las corporaciones, tales como General Electric y las plantas automotrices muy conocidas, desarrollaron una tasa de alta rentabilidad; las corporaciones analizaron el costo de varios insumos y sus transportes hacia el punto geográfico de la inversión exterior; el costo de la mano de obra y/o los subsidios de los países receptores de estas inversiones; las diversas exenciones impositivas de los países receptores de estas inversiones y el costo de la energía utilizada en el proceso de fabricación.
Todas estas variables produjeron en un breve lapso, 1958 a 1965 período analizado por Magdoff, un altísimo nives de tasa de ganancia y de reembolso de divisas hacia los EE.UU.
Por supuesto que las inversiones y la demanda de bienes de capital, de origen y fabricados en los EE. UU., fueron muy motivados por estas inversiones extraterritoriales a tal punto que es aquí donde se imbrincan los dos ejes mencionados anteriormente: la política militar de los EE.UU. a posteriori de las dos guerras mundiales y con los diversos conflictos internacionales –que se mantienen aún en la actualidad- con la política de inversión al exterior de los EE.UU.
Si bien la relación porcentual variaron de una empresa a la otra y de una rama de la industria a la otra, Magdoff opina lo siguiente:
“…Las ventas adicionales –del 20 al 50%- proveídas por las exportaciones y la demanda militar se traducen en un porcentaje mucho mayor de los beneficios totales de estas empresas…Una empresa opera con pérdida mientras la producción no llegue a un punto en que el precio de mercado del producto final genere ingresos suficientes para cubrir los costos fijos y los directos. Una vez que se llegue a ese “punto de equilibrio” la rentabilidad de la empresa se acelera hasta llegar a los límites de la capacidad productiva…”. Como consecuencia de esta evolución productiva de la empresa norteamericana en el exterior produce a la producción interna : “…esto significa que para muchas de las empresas de las industrias de bienes de capital, la adición del 20 o 50% de la demanda derivada de las compras militares y las exportaciones representa probablemente la mayor parte de las utilidades, y no pocas empresas llega quizás al 80 o 100% de sus beneficios…”[47].
Anexo
El texto de Magdoff ofrece varios gráficos donde fundamentó su visión sobre la política de inversión de empresas corporativas estadounidenses.
La Junta Nacional de la Conferencia Industrial (EEUU) señaló:
En 1950 las Inversiones Directas en el Exterior fue de 24 (miles de millones de dólares) y en 1964: 88. Para la Junta Nacional se considera inversiones directas estadounidenses en el exterior cuando son realizadas por filiales o corporaciones o cuando sean empresas cuyo paquete accionario controlados por capitales norteamericanos sean del 25%.
Pero cuando se ven las estadísticas de producción extranjera realizados por “otros inversores”, involucran a accionistas o bonistas norteamericanos, se puede apreciar:
Para 1950: 20 y para 1964: 55 (miles de millones de dólares). Como se puede apreciar los incrementos en los años sesenta fueron muy apreciables.
La misma Junta Nacional de la Conferencia Industrial muestra el incremento de las exportaciones demandadas por las inversiones realizadas en el exterior fueron:
Para 1950: 10 y en 1964: 25 (miles de millones).
La Oficina del Censo de los EEUU en su Anuario Estadístico de 1965 informó los siguientes resultados expresados en miles de millones de dólares, lo siguiente:
1950 ,elegido como el año testigo y de referencia, para las Exportaciones indicó 7,4; para 1960:16,1 y cierra con el año 1964: 20,6. En el Anuario Estadístico se valuó las ventas realizadas por las Empresas Estadounidenses en el Exterior arribándose a las siguientes cifras:
1950: 8,4; en 1960: 23,6 y para 1964: 37,3.
Cuando el Anuario Estadístico de 1965 evaluó porcentualmente el crecimiento del movimiento de las inversiones y exportaciones con el crecimiento de las producciones y ventas internas de los EEUU, los resultados fueron:
1950 es usado como base 100; 1960: el sector externo creció un 251% con respecto a la actividad interna de los EEUU fue 183%. Para el año 1964 las cifras fueron 367% contra 266%. Cómo se puede apreciar el autor, Magdoff, habla de un proceso que empezó a crecer a partir de 1958 con un ritmo superior al dinamismo de la economía estadounidense.
En el “Economic Report of the President” editado en Washington D.C. de 1966 informó:
Gastos en Planta y Equipo de Empresas Manufacturas Norteamericanas localizadas dentro del país y en el exterior:
1958 (es el año de mayor nivel de las inversiones estadounidenses al exterior de postguerra) los gastos efectuados por la actividad interna fue 11,4 (siempre miles de millones) y el nivel porcentual 71% comparado con el año 1957. Para el mismo año, las inversiones norteamericanas que operan en el exterior fue de 1,2 y en términos porcentuales fue un crecimiento de 92%.
Los datos de 1961 revelaron que los gastos efectuados para el mercado interno estadounidense fue de 13,7 y el 86% indica su crecimiento. Para el mismo año pero en su faz externa fue de 1.8 siendo un 139% el cremiento.
Para finalizar esta estadística histórica, se tomó el año 1965 arrojando las siguientes cifras:
Para los gastos e inversión de las industrias internas de EEUU fue de 22.5 y 145% el porcentual de crecimiento. Y en lo referente al sector externo: 3.9 y un 300% el crecimiento de su desempeño comparándose con el año 1957 tomado de base.
Y, por último, cierra con el informe presentado por el Departamento del Comercio de los Estados Unidos en su “Balance of Payment Statistical Suplement” de 1966 nos brinda las cifras producidas por las “Utilidades sobre las inversiones extranjeras” de las empresas norteamericanas no financieras:
En 1950 hubo 21,7 (en miles de millones de dólares) deducidos los impuestos.
Para los años 1958, 1961 y 1965 fueron de 17.5; 20.5 y 36,1 respectivamente. Por lo tanto, Magdoff redondea la hipótesis de su investigación sobre el crecimiento de la inversión extranjera, el incremento de los bienes de capitales o insumos realizados en los EEUU y vendidos a las empresas de esa misma nacionalidad afincadas en el exterior y, como corolario, el notorio incremento de las utilidades de éstas empresas norteamericanas radicadas en el exterior.
[1] Clase social cuyo origen es el comercio legal o por medio del contrabando en la época del Virreinato del Río de la Plata que luego va expandiendo el ámbito de sus actividades comerciales a la acaparación de tierras y producción de ganado vacuno. Llega a establecerse un círculo reducido dentro de la población que en distintos momentos históricos, tales como la Ley de Enfiteusis reglamentada por el gobierno del “autodenominado” Presidente de la Nación, Rivadavia en 1826, o en la “Conquista del Desierto” finalizada en el año 1879 por el Gral. Roca donde acrecentaron su patrimonio territorial. Por tal motivo, se calificó a esta clase social como de Oligarquía Terrateniente.
[2]Claves del Bicentenario; El pensamiento del desarrollismo, prólogo de Félix Luna; Edt. El Ateneo; BS.AS.; 2010.
[3] Claves del Bicentenario; Op.Cit.
[4] Claves del Bicentenario; Op. Cit.
[5] Claves del Bicentenario; Op. Cit.
[6] Rapoport, Mario:”Historia Económica, Política y Social de la Argentina”; Ediciones Macchi; Bs.As.; 2000.
[7] Con las nuevas “racionalizaciones” surgieron prolongadas, masivas y combativas huelgas en el sector bancario y ferroviario. Además, en enero de 1959, Frondizi pone en venta a la actividad privada el antiguo matero municipal “Lisandro de la Torre” sito en el barrio de Mataderos de la Ciudad de Bs. As., generando un enorme conflicto con los trabajadores del matadero que involucró a la CGT en su conjunto. Como si esto fuera poco, Frondizi sufrió al menos unos cuarenta planteos de altos jefes de las FFAA.
[8] O’Donnell, Guillermo; “El Estado Burocrático Autoritario ”Fundación Editorial de Belgrano; Bs.As.; 1996, 2º edición.
[9] O’Donnel, Guillermo; op.cit.
[10] O’Donnell, Op. Cit.
[11] Rapoport, Mario; Op. Cit.
[12] O’Donnell, Op. Cit .N.d A. “vision organicista de la sociedad”, significa una mirada de los problemas o conflictos sociales asimilados al funcionamiento de un organismo biológico. Podría ser una explicación muy común de “extirpar” un mal social como si fuera un tumor maligno y no dedicarse al análisis en términos políticos/sociales de la solución de tal conflicto. Esta mirada de lo sociopolítico traerá una gran cuota de violencia política en la Argentina de la década de 1970.
[13] O’Donnell, Op. Cit.
[14] Braun, Oscar; “El Capitalismo Argentino en crisis”; Edt. Siglo XXI; Bs. As.; 1973
[15] Rapoport, Mario; Op. Cit.
[16] Rapoport, Mario; Op. Cit.
[17] Diamand, Marcelo; “Doctrinas Económicas, desarrollo e independencia”; H.Garetto Editor; noRafaela, Prov. De Sta Fe; reedición año 2010.
[18] Diamand, Marcelo: Op.Cit.
[19] Diamand, Marcelo; Op.Cit.
[20] Diamand, Marcelo; Op. Cit.
[21] Diamand,Marcelo; Op. Cit.qu
[22] Diamand, Marcelo; Op.Cit.
[23] Diamand, Marcelo; Op. Cit.
[24] Prebisch, “Capitalismo Periférico”; FCE; Bs.As.; 1968
[25] Diamand, Marcelo; Op.Cit.
[26] Diamand, Marcelo;Op.Cit.
[27] Diamand, Marcelo:Op.Cit.
[28] Diamand,Marcelo;Op.Cit.
[29] Diamand,Marcelo; Op.Cit.
[30] Diamand, Marcelo;Op.Cit.
[31] Diamand,Marcelo,Op.Cit.
[32] Diamand, Marcelo; Op.Cit.
[33] Diamand, Marcelo; Op.Cit.
[34] Diamand, Marcelo; Op.Cit.
[35] Diamand, Marcelo;Op.Cit.
[36] Lenín; “El Imperialismo, fase superior del capitalismo”; versión extraída de “El Trimestre Económico”; Vol. 30; FCE; México; 1989.
[37] Lenín; Op.Cit.
[38] Lenín;Op.Cit.
[39] Lenín; Op.Cit.
[40] Lenín;Op.Cit.
[41] Lenín cita de un fragmento de Hobson; “Imperialismo. Un estudio”; Op.Cit.
[42] Kaustky, Die Neue Zeit; 11de septiembre de1914.
[43] Kaustky, Die Neue Zeit; 30 de abril de 1915.
[44] Magdoff H.; The age of Imperialism; Modern Reader Paperbacks; Nueva York y Londres; 1967.
[45] Junta Norteamericana de Comisionados de Misiones Extranjeras; 32nd Annual Report; 1841.
[46] Black, Eugene R.; “The Domestic Dividends of Foreign Aid”; Columbia Journal of World Business; otoño de 1965.
[47] Magdoff,H.; op.cit. en 7.